Descripción

Luis, el ufólogo. Altamirano, el investigador. Nibelungo, el amigo.

Infatigable recopilador de noticias sobre los «no identificados». Morador de la Biblioteca Nacional de Santiago. Pero, sobre todo, un gran amigo.

No es casual que Luis fuese uno de los pocos personajes del mundillo ufológico que carecía de detractores (ni hablar de enemigos).

Se le recuerda como un hombre sencillo (no simple), que además compartía generosamente cuanto había recogido en su infatigable búsqueda de tesoros ufológicos. Él, que en cierto modo había recibido tan poco del destino y que sufrió de grandes carencias económicas y con su salud quebrantada durante el largo otoño de su vida, fue un ejemplo vivo de las virtudes que todos quisiéramos tener.

Este libro quiere centrarse en lo que el propio Altamirano hubiese querido: en que era feliz cuando se entregaba al cultivo de su pasión, esto es, el escurridizo «tema ovni». Por eso, se le veía en congresos, actos y mítines ufológicos. Por lo mismo, a su vez, se le recuerda como omnipresente, en la mejor época de su vida, claro está: quizá no en el escenario o bajo los focos; tampoco en la primera fila. Pero todos sabían, sabíamos, que en aquellos congresos, actos y encuentros siempre el Nibelungo estaba allí.

El legado del Nibelungo refleja la vida y obra de un genuino investigador que, por casi seis décadas, ambicionó comprender el enigma más importante de nuestra era: los ovnis. No contento con eso, Altamirano nos dejó mucho más que información, nos heredó una impronta y un legado que lo hacen merecedor del título de uno de los más grandes precursores de la ufología en Chile.